domingo, 10 de abril de 2011

Comunicación sin fecha de caducidad

Allá por los años 70, los niños éramos igual de marquistas, consumistas, aspiracionales, ... que cualquier otra generación de niños posterior.
Quizá desde el punto de vista de los especialistas y analistas actuales, aquello no tendría tanto mérito y seguro que se debía a un mecanismo simplísimo que hoy el neuromarketing explica en el primer capítulo.
El caso es que nosotros no lo sabíamos. Quizá por ello, aquellos profesionales de la comunicación consiguieron los dos pilares que hoy son tan escasos y valiosos.
En esos años, la mayoría de las acciones publicitarias buscaban cumplir con el axioma "AIDA" (atención, interés, deseo y acción) del que hace años que he escuchado cientos de nuevas versiones, pero que sinceramente pocos superan, como definición del objetivo de la comunicación.

Los dos pilares a los que me referían son el impacto de la comunicación y el recuerdo perdurable de ésta.

Jamás me hubiese convertido a lo largo de los años, primero en un niño que jugaba y posteriormente en un adulto coleccionista y mitómano, sin una figura excepcional.
Cuando oigo el impacto que puede tener en Apple sobre las ventas, sobre la cotización en bolsa, ... la figura de Steve Jobs, me acuerdo de "mi Apple" y "mi Steve Jobs".


Mi gurú de la comunicación no tenía ni nombre para mí, a pesar de que firmaba sus trabajos. Por supuesto no había visto ninguna foto suya ni sabía de su nacionalidad, procedencia o cualquier otro detalle. Todo esto cambió hace unos años.
Mi inquebrantable afición al mundo del motor, desde niño, me llevó a adorar el juguete que me proporcionaba la mayor vinculación disponible entre la infancia y este mundo, a partir de las cajas del propio juguete, que en aquel tiempo era el Scalextric.


Hace pocos años, a través de una publicación especializada, vi la primera entrevista con Lluís Bargalló, el mago que estaba detrás de mis sueños. Contactar con él no fue excesivamente difícil y el tiempo hizo lo demás. Un viaje de trabajo a Barcelona, una llamada a Luís y todo facilidades.
Conocí a Lluís y a Rosa, su mujer, en su estudio. Lleno de recuerdos mágicos para mí y arte, mucho arte. No puedo olvidar sus óleos de marinas, sus retratos, ... pero lo que me llena de orgullo es poder contar que estuve allí, que charlamos, que tomamos café en un día primaveral de Barcelona, que desde entonces me produce una enorme alegría sus cariñosos mensajes y ... que es mi amigo.

Además, esta relación me ha facilitado sentir la experiencia que debe recorrer el cuerpo de los coleccionistas de arte cuando poseen un Velázquez o un Goya. Porque yo, tengo un Bargalló


Desde estos tiempos, sólo una comunicación de la marca ha vuelto a pellizcarme, quizá porque no estaba dirigida a los niños, sino a esa generación de niños de los 70 que Lluís encandiló.
El spot ganó un premio "EL Chupete", referida a publicidad infantil, aunque creo que no iba dirigida a ellos.


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