Marc Gené durante los entrenamientos de LeMans 2013 |
Cuando oigo hablar de lo que quedará cuando se acabe la Alonsomanía, me acuerdo de los bailarines de Pikes Peak, del centenario del GP de España, en definitiva de todos los que no llenan titulares, de los que durante cien años han peleado por sus besos, de aquell@s que saben ser magia aunque nunca lleguen a saberlo. Tampoco cumpliendo noventa años somos únicos, aunque sigamos cada día sudando por tener un testigo que entregar a los siguientes. Las 24H de Le Mans, también cumplen noventa años, aunque “solo” ochenta ediciones por los paréntesis de 1936 por causas económicas y el período 1940-48 por la Segunda Guerra Mundial. Mil novecientas veinte horas de competición si se cumple el horario previsto y hoy a las tres de la tarde se totalizan las últimas veinticuatro de esta cifra.
Celebrando nuestro hermanamiento en edad con un espíritu tan especial como el que permite mantener vivo un enfrentamiento de hombres capaces de morir por disfrutar durante veinticuatro horas de bellas caricias, de ingratas sonrisas, rogando por obtener el beso fugaz que solo alcanzan los que suben al podio, los elegidos, los que han estado durante toda la partida en la lista de la diosa que mezcla fortuna con terribles arañazos, muchos de ellos injustos y fruto a veces de la interpretación como una afrenta de la sana lucha por conquistarla. Quién no quiere vivir esta lucha si está convencido que la satisfacción va a estar en el camino, aceptando que ganar solo incrementa tus posibilidades de volver a pelear por lo que consideras erróneamente tuyo pero que solo te pertenece durante una efímera vuelta, porque la diosa volverá a barajar las cartas, a tirar los dados, a veces deseando ella misma que el número que salga sea otro. Algo así debe sentir hoy Marc Gené, que subió a recoger su beso a lo más alto en el año 2009 y vuelve a estar en la baraja, después incluso de haber recibido un zarpazo el año anterior que pudo haberle costado la vida. Quizá por esto la diosa volvió a permitirle, no sé si a regañadientes, entrar en el cubilete en que se decide la gloria y besarle en la edición del año siguiente. No veremos la desaparición de la competición con Alonso o sin él. Ganar con él será como ser correspondido pero siempre habrá besos que recoger en cada carrera, ya se dispute en Le Mans o en Badajoz y siempre habrá cobardes dispuestos a llenarse el cuerpo de arañazos en busca de la bandera a cuadros. Porque aunque correr sea cosa de cobardes como afirma Revolver, yo lo soy y no me importa confesar que más que nadie, seguiré peleando por volver a subir a un coche de carreras a disfrutar de de esas ingratas y fugaces sonrisas que solo vemos los que entendemos el amor por este deporte desde dentro de un mono ignífugo y un casco, que nos permite reír y llorar a salvo de las miradas.
Y mientras haya alguien dentro del mono, habrá alguien que lo cuente, a su manera, como he hecho yo aquí desde el pasado 24 de febrero. Han sido dieciocho “paddocks”. Diecisiete más de los que yo pedí publicar al Director. Dieciocho más de los que algunos hubiesen querido. Voluntarios solo el primero, el resto son mérito de Miguel Ángel, que se empeñó en que salieran, de Jose Luis, que los perseguía durante la semana por los pasillos. A mí cada vez me costaban más porque cada vez me obligaban a enseñar algo que estoy acostumbrado a que quede dentro del casco. Por eso es bueno aprovechar el verano para tomar un descanso, para decidir si echo de menos conducir con la visera abierta o si la opción ahumada es la que me hace sentir más cómodo.
Twitter: @Yogui_Bear
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