Hace 78 años #TalDíaComoHoy (24/3/1944) aviadores aliados
protagonizaron una dramática fuga del campo de prisioneros nazi de ‘Stalag Luft
III’ en Zagan (Polonia). Solo tres de ellos pudieron culminarla.
La historia, recogida por el piloto y prisionero del campo, Paul Brickhill en el libro de 1950 ‘La gran evasión’ inspiró la película del mismo nombre estrenada en 1963.
Setenta y seis presos del campo ‘Stammlager der Luftwaffe 3’, uno de los seis campos construidos para albergar a los prisioneros de la Luftware, y dotado de medidas especiales anti fugas como elevar los barracones de los prisioneros por encima del nivel del suelo para evitar la construcción de túneles sin ser detectado o la instalación de sismógrafos con el mismo fin, protagonizaron un intento de fuga.
Entre los prisioneros, Roger Bushell, un británico experto en fugas que junto con otros formó parte del ‘Comité de fugas’ que puso en marcha la construcción durante meses por parte de más de 250 personas, de tres túneles, denominados Tom, Dick y Harry.
Para salvar las medidas de detección alemanas, se construyeron en edificaciones de ladrillo que no estaban elevadas del suelo, lo que evitaba que fuesen fácilmente detectables.
Así, una chimenea, los lavabos y la base de una estufa eran las entradas a los túneles de diez metros de profundidad apuntalados con maderas de sus camas y barracones.
Para esconder la tierra que extraían empezaron acumulándola bajo el tejado, después inventaron unas bolsas de tela escondidas en los pantalones que vaciaban a lo largo del campo.
Los nazis descubrieron uno de los túneles, el ‘Tom’. Lo que
no podían imaginar es que había dos más y seguramente este descubrimiento
relajó la vigilancia. Desde ese momento, los prisioneros se centraron en uno de
ellos, el ‘Harry’, dejando el tercero como almacén para la tierra que seguían
extrayendo.
La noche del 24 al 25 de marzo de 1944 comenzó la fuga. Quedaba excavar la salida, el tramo vertical desde el túnel, que supuestamente les llevaba a un bosque cercano pero se habían quedado cortos. A las cinco de la madrugada sonó la alarma. Unos corrieron hacia el bosque, otros trataron de volver al túnel y también hubo prisioneros que volvieron a sus barracones por miedo a las represalias.
La mayoría, setenta y tres de los setenta y seis fugados, fueron recapturados y cincuenta de ellos fusilados por orden directa de Herman Goering, lo que a la postre supuso el golpe de gracia sobre su culpabilidad durante los juicios de Nuremberg.
Solo tres lograron escapar: los noruegos Per Bergland y Jens Müller y el holandés Bram van der Stok.
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